Desde los tiempos más remotos, hay presencia de la constancia humana en las sierras de Gúdar-Javalambre, y en sus aledaños. La época neolítica presenta sus vestigios en Abejuela, Formiche Bajo, Mora de Rubielos, o pinturas rupestres, de influencia levantina, en el barranco de Valtuerta y en el de Gilbert en Mosqueruela. Aunque es más tarde, ya en la Edad del Bronce, cuando se estableció una población dedicada a la agricultura y a la ganadería, de la que se conservan yacimientos como los de Albentosa, Alcalá de la Selva, Formiche Alto y Formiche Bajo, Manzanera, Mosqueruela y Olba; junto con los de la primera Edad del Hierro en la Rambla de las Truchas de Osicerda en Mosqueruela.
Sin embargo, la información aumenta con el proceso de iberización, con asentamientos en Mosqueruela y huellas de su estancia en Albentosa, Arcos de las Salinas, Manzanera y los yacimientos del Cerro de las Majadas (El Castellar), Los Castillejos (La Puebla de Valverde), Mas Royo (Puertomingalvo), Cabezo del Rul (Rubielos de Mora) o en Sarrión.
De la presencia romana, en la actual comarca Gúdar-Javalambre, tenemos restos palpables en Albentosa, Arcos de las Salinas, Formiche Alto, Manzanera, La Puebla de Valverde, Rubielos de Mora y Sarrión.
En cuanto a la huella dejada por la presencia musulmana, sin restos precedentes visigodos, se refleja especialmente en la toponimia de los siglos VIII al XII, en el que se inicia la reconquista cristiana de la extremadura del reino de Aragón y también en fundamentos de torreones y puntas de defensa, reaprovechada después por los cristianos, en las rutas que unían el valle del Ebro con el Mediterráneo valenciano, o castillos como el de Alcalá de la Selva o Mallo en Mosqueruela.
Pero fue la conquista cristiana y al repoblación de la comarca la que reordenó el territorio de una manera permanente y definitiva en un largo proceso iniciado con la formación de Teruel por Alfonso II de Aragón (1162-1196), alrededor de 1170 y la conquista de Valencia por Jaime I (1213-1276), en 1238. Tras una dilatada experiencia como zona de frontera entre dos culturas distintas aunque intercambiables, la musulmana levantina y la cristiana feudal. La fundación de la villa turolense y la posterior formación de la Comunidad de Aldeas de Teruel en la que acabaron incluidas la mayoría de las poblaciones de la actual comarca Gúdar-Javalambre, condicionaron la ocupación del espacio y su vertebración, con algunos islotes de señorío eclesiástico (de la mitra zaragozana como Linares o Puertomingalvo) o de órdenes militares (como el temple en Albentosa y San Pedro en Sarrión, en principio) o laico (como en Manzanera, Mora de Rubielos o Nogueruelas), mas el monasterio de la Selva Mayor en Alcalá.
En definitiva, del rico pasado medieval quedan restos materiales todavía en pie que han resistido el paso del tiempo, siendo la arquitectura civil la que ha legado otros monumentos de los siglos XIV y XV, como la Casa Fuerte de Mosqueruela o los ayuntamientos de Camarena de la Sierra, Nogueruelas, Puertomingalvo, Rubielos de Mora o Valdelinares. Y, sobre todo, el Castillo de Mora de Rubielos, elevado por Juan Fernández de Heredia, gran señor de la zona.
Ejemplo de la prosperidad generalizada de los siglos XVI y XVII es la arquitectura religiosa que nos ha legado espléndidas y monumentales iglesias parroquiales y ermitas, sin olvidar la civil con las numerosas casas solariegas, que han llegado hasta nuestros días, como puede observarse en cualquiera de los pueblos de nuestra Comarca.
Ahora bien, un ejemplo de la continuidad del hábitat en la zona desde la Edad Media hasta nuestros días lo constituye el conjunto de masías, casetos, masicos o masadas que fueron en los siglos pasados verdaderas unidades económicas de explotación agrícola-ganadera. En la actualidad, aún habiendo algunas derruidas y otras abandonadas, ofrecen todavía una buena muestra de continuidad al seguir explotándose en buena parte e incluso habiéndose reconvertido algunas en atractivos establecimientos hosteleros.
Ni que decir tiene que en la época contemporánea, tanto las Guerras Carlistas del siglo XIX, como la Guerra Civil del XX, tuvieron una amplia repercusión, y ya en la segunda mitad de dicho siglo XX, la despoblación ha sido, acaso, una de las incidencias que más han afectado a la Comarca. Pero, afortunadamente, la sangría demográfica parece que se ha cortado en los últimos años y se advierten claros signos de recuperación.
Mª José Casaus Ballester.
Doctora en Historia y Archivera